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Una introducción quizás un poco larga y definitivamente muy personal acerca de quién era yo antes del verano en que me volví k-poper
No es por echarme flores, pero una vez alguien que sabía del tema dijo a otro alguien que sabía del tema que yo llevaba el rock en las venas.
Desde que a mis trece años el vídeo de In The Shadows irrumpió en mi vida con su imaginería gótica, sus cuervos y la voz rasposa de Lauri Ylönen haciendo ese ineludible “oh-oh, oh-oh”, he trabajado mucho física, mental y espiritualmente para forjarme una identidad: la de una chica rockera. Una chica dura. Una chica guay. Una chica de esas que se llevan mejor con los chicos que con las chicas porque con los chicos hay menos dramas (aunque los libros de historia indiquen todo lo contrario). Ya os hacéis una idea. O no. No lo sé.
Dedicaba gustosamente la mayor parte de mi tiempo libre a estar al día de todos los lanzamientos musicales, gastándome también el dinero en revistas y discos, por los que sentía (y sigo sintiendo) verdadera devoción. En 2011 empecé a publicar mis propias reseñas y crónicas musicales y sin ser alguien especialmente conocida en el medio, las invitaciones a conciertos y los discos gratis empezaban a llegar, había un cierto aprecio por lo que hacía y me sentía muy orgullosa. Por otro lado, también tenía mis propios proyectos musicales: el primero con influencias del emo y el punk-pop de los dosmiles, el segundo referenciaba directamente el rock escandinavo y el high energy rock’n’roll de Nicke Andersson y el tercero era un proyecto al que me apunté cuando tuvieron que buscar repentinamente una nueva vocalista a las puertas de una gira ibérica. Formaba parte de uno de los gremios más chulos del mundo, era una rockera total1 (o a jornada parcial, que en este país difícilmente el rock por sí solo te da de comer).
Fueron muchos años de rodaje y parecía que mi sueño de sacar un disco de verdad estaba cerca de cumplirse, cuando llegó el 13 de marzo de 2020 y todo lo que pasó después. Ese gran parón que puso nuestras vidas en perspectiva y nos hizo ver, ahora que estábamos en casa “disfrutando” de un obligado descanso, que había cosas que no estaban bien. Yo de repente acababa de cumplir los 30, odiaba mi trabajo, mi sueño se alejaba mientras llegaban el síndrome del impostor y la ansiedad, algunas personas importantes para mí me defraudaron mucho y no podía manifestar mi frustración fuera de mi habitación porque ya bastante tenían los demás con lo suyo.
En resumen: me sentía bastante perdida.
Por fin: el verano en que me volví k-poper
Los meses de confinamiento y restricciones se fueron sucediendo. No dejé de ir a mi puesto de trabajo aunque fuera de forma espaciada por razones de seguridad, y en uno de esos días, el 20 de agosto de 2020, une amigue con quien tenía mucha historia pasada, pero con quien por entonces hablaba apenas dos o tres veces al año, me escribió por whatsapp algo así como «sé que no es el tipo de música que sueles escuchar, pero creo que te podrían gustar».
Pulsé sobre el enlace con mi dedo pulgar, con no demasiada curiosidad, siendo honesta, pero a la espera de ver si podría llegar a sorprenderme. No sabía que mi vida ya no iba a volver a ser la misma.
Empecé a verlo. No entendía nada. ¿Quiénes eran esos chicos tan… tan… suaves y tan vestidos de colores pastel? Espera. Un momento. ¿Han dicho algo de los Rolling Stones? Espera, ¿esos son pósteres de Bowie y de los Beatles? Y espera… ¿QUIÉN ES ESA PERSONA TAN INCREÍBLEMENTE GUAPA?
Y esta música… Es moderna, pero tiene un aire retro, funky, es nuevo, pero familiar. Espera, ¿QUE TAMBIÉN RAPEAN? ¿Y TAMBIÉN BAILAN? ¿Y ESOS TRAJES? ¿QUÉ NARICES ES ESTO?
Esto, Erizo del pasado, es BTS, el grupo más internacionalmente conocido de Corea del Sur.
Vi el vídeo un par de veces y permití que la canción se me pegara un poco. Recordé haber leído algo sobre ellos en Buzzfeed, algo de que sus fans (conocidos como ARMY) se habían organizado para boicotear la campaña de Donald Trump y para sabotear hilos racistas en redes de la forma más simpática posible. No sé, parecían gente maja.
Acabé volviendo a escuchar esa canción más veces. La añadí a una playlist. Después, a otra más. Decidí escuchar otras canciones suyas y buscar cómo se llamaban los miembros. Y en el mundo del k-pop todes sabemos que buscar los nombres de los componentes de un grupo es el principio del fin, ya no hay vuelta atrás.

A partir de ese día, entré en una espiral de obsesión de la que resultaba difícil no sentir una cierta vergüenza teniendo en cuenta la edad2 que tenía y que las boybands me habían dejado de parecer algo serio bastante tiempo atrás. Pero no podía parar. Quería saber todo sobre ellos, escuchar todas sus canciones y no salir de esa especie de luna de miel inesperada en la que me encontraba, algo fácil teniendo en cuenta que no dejaban de generar contenido musical y de entretenimiento cada día, siendo así durante casi toda la pandemia, para regocijo y consuelo de todos sus seguidores. Y no era solo la cantidad: había calidad. Los chicos tenían carisma, gracejo y pinta de ser buena gente, sus canciones tenían una producción muy cuidada, letras más profundas y elaboradas de lo que parecía en la superficie y sus directos y bailes eran impecables. BTS era un grupo que, especialmente durante la pendemia, sacrificó buena parte de su juventud y de su propio bienestar para que muchas personas no tuvieran tiempo de sentirse tristes y solas3. Porque además no eran ellos los únicos que creaban: muchos de sus fans también lo hacían.
Estaban los que traducían y subtitulaban todas sus publicaciones y vídeos, quienes hacían vídeos y posts informativos para que conocieras al grupo y la última hora de sus actividades, quienes versionaban sus canciones y coreografías, los que hacían merchandising casero, fanarts y fanfics, memes… Todo lo que se compartía creaba un sentimiento de comunidad y de amistad sin fronteras. Si sabías que alguien era ARMY, ya teníais algo sobre lo que hablar. Pertenecías a un club inmenso reconocible por las fotos pegadas a la parte de atrás del móvil o los llaveros colgados del bolso.
¿Y os acordáis del amigue que mencionaba antes? Desde ese día, hablamos prácticamente a diario y se ha convertido en alguien imprescindible para mí. Y más gente a la que quiero profundamente llegó a mi vida desde que decidí dar una oportunidad a esos siete chicos coreanos.
Poco después de descubrir a BTS amplié mis horizontes y descubrí más grupos y artistas, y no solamente de k-pop, sino que también di el paso de escuchar, por ejemplo, hiphop, género que nunca me había enganchado, pero que en su vertiente coreana me fascina gracias a artistas como Epik High, Agust D4 o pH-1. También artistas solistas al margen del pop como Jukjae, Gaho o Nive. Y por supuesto, también hay rock en Corea del Sur, para todos los gustos (aunque me gustan especialmente grupos como Jaurim, Nell o THE FIX y que allí exista un grupo como Slant me pilló bastante por sorpresa). Después empezaron a llegar recomendaciones de sus países vecinos como el rock japonés de One Ok Rock o PELICAN FANCLUB, o los solistas chinos como Hua Chenyu o Xiao Zhan, entre otros. La verdad es que si amas la música de corazón, las barreras idiomáticas resultan insignificantes.
Luces y sombras
En estas últimas semanas de 2024, puedo decir orgullosamente que sigo siendo k-poper. Igual no con la misma intensidad, como pasa con cualquier romance: después de una buena temporada de pasión desenfrenada, la cosa se calma. Aunque eso no significa que se acabe. Simplemente llegan la familiaridad, la rutina, y sí, también esa confianza que da asco. Y es que no, en el k-pop no todo es perfecto, obviamente. El que no se reconozca a todos los idols (como se llama a los artistas de las agencias de k-pop) como trabajadores al uso los deja en una situación de alta vulnerabilidad en muchos sentidos, además de que sus primeros pinitos como aprendices o trainees en las compañías suelen darse cuando todavía están en edad escolar, teniendo que compatibilizar las exigentes rutinas de estudio coreanas con entrenamientos de lo más duros en las salas de ensayo. Se demanda de ellos una ejemplaridad y una perfección sobrehumanas con respecto a su aspecto, su comportamiento y su vida privada. Por desgracia no son pocos los idols que no han podido soportar la presión y han abandonado sus carreras o algo peor.
Es complicado ser fan cuando sabes lo que hay detrás y resultaría muy fácil abordar el tema de los idols y la música popular coreana desde el cinismo, algo a lo que parece que el mundo nos quiere abocar con respecto a cualquier cosa que nos guste. Se nos vende que todo es performativo y que no hay que dejar de buscar intenciones ocultas y conspiraciones porque todo se hace por dinero. Nos sabemos demasiado bien esa parte. Pero he preferido, a pesar de todo eso, hacer mi esfuerzo y no olvidarme de las partes positivas.
Por ejemplo, durante los últimos años, idols de todos los géneros musicales han ido creando más conciencia sobre la importancia de la salud mental, mediante entrevistas, podcasts y otros contenidos audiovisuales en los que abordan el asunto. En Corea del Sur (donde se da la tasa más alta de muertes por suicidio de los países de la OCDE) la salud mental es un tema tabú, por lo que hablar abiertamente sobre ello es algo novedoso y realmente necesario. En casos como el del grupo The Rose con su proyecto HEAL (2022), también crearon canciones o álbumes con los que buscaban sanar a través de la música. Ya fuera a sí mismos o al oyente.
A muchos seguidores les cuesta percibir a los idols como seres humanos que también pasan por momentos duros y con los que no es necesario identificarse. Sus relaciones parasociales se basan en que están ahí únicamente para su entretenimiento, como si existieran únicamente en un plano alejado del mundo real. Y eso puede ser perjudicial para ambas partes: la autoestima de la gente de a pie que aspira a conseguir ser como las celebridades cuando no tienen ni los medios ni el dinero para verse así (y eso sin contar con que todo lo que vemos en fotos y vídeos no es real) puede verse seriamente dañada, con las consecuencias, más o menos fatales, que eso conlleva; y la perfección que se espera de los idols en todo momento también es de lo más injusta y deshumanizante. Todavía hay mucho que hacer y hay muchas responsabilidades que asumir por parte de muchos agentes (las agencias de idols, la industria de la moda y la belleza, los medios de comunicación, el propio gobierno… ) para remediar esta situación, pero que los propios artistas estén tomando cada vez más conciencia y traten de poner de su parte, aunque puedan poner en riesgo su reputación, es un buen comienzo.

Y por favor, no olvidemos tampoco que al margen de que lo que nos llega sea un producto perfectamente empaquetado y listo para nuestro disfrute, detrás de cada canción y de cada disco hay mucho trabajo, mucho empeño. Los idols son artistas y muchos de ellos, cada vez más, están directamente implicados en la composición y producción de su música. No pensemos que sólo son caras bonitas, son mucho más.
¿Qué significó el k-pop para mí?
Desde un cariz más personal, se podría decir que el k-pop resultó ser el cambio que necesitaba para crecer, aunque pueda ser difícil de creer. He aprendido y sigo aprendiendo mucho de mí gracias a su influencia en mi vida. Me ha traído amistades, enseñanzas y experiencias que no habrían llegado a mí de otra manera. Sigo siendo un work-in-progress, como todo el mundo, pero me gusta en quién me estoy convirtiendo.
Habrá quien considere que pasar a escuchar música pop bailable después de años de ser una rockera convencida es un paso atrás, pero precisamente el aprender a ignorar el qué dirán y simplemente ser feliz con aquello que me hace feliz (y con lo que no hago daño a nadie) me parece más bien un paso adelante. Y en realidad sigo siendo una rockera convencida. Creo que puedo ser ambas cosas. Tengo poco margen para aburrirme con tantos intereses distintos.
También he tenido que revisarme, darme cuenta de comentarios que hice en el pasado y que eran llanamente detestables, llenos de tópicos que reflejaban una ignorancia vergonzosa. Tanto con respecto a los países asiáticos como con respecto a la música y “las cosas de chicas”. No tengo excusa, lo sé, pero lo único que puedo hacer es seguir adelante y tratar de ser hoy mejor que ayer. Me doy cuenta de lo problemático de ese tipo de actitudes que tuve especialmente cuando hablando con gente sale el tema de que estudio coreano o de que he viajado a Corea del Sur. Casi siempre hay alguna persona que dice algo como que todos los de esos países son “chinos” para él, que comen y hablan raro, que no entienden cómo distingo a los miembros de los grupos porque parecen iguales o que no entienden cómo pueden gustarme los hombres coreanos si parecen mujeres. He oído esos comentarios tantas veces en estos cuatro años que ya me aburro de responderlos a todos, he empezado a elegir mis batallas. Algunas personas no son capaces de aceptar tu invitación a recapacitar porque algunas personas son simplemente estúpidas y no merecen que seas un ser de luz con ellos. Crecer también es darse cuenta de eso.
Esa gente no deja de ser un recordatorio de cómo no quiero ser nunca más, porque volver a escoger la ignorancia como excusa, aun con tantas herramientas a mi alcance, ya no me parecería una muestra de inmadurez o incultura. Me parecería ser peor persona.
Para finalizar, quiero dejar claro que no os he soltado todo esto para llegar a la conclusión de que la vida es mejor si dejas que el k-pop se cruce en tu camino (aunque en mi caso así haya sido). No va por ahí. En realidad lo que quiero decir es que hay muchas pequeñas cosas que pueden hacer que tu vida cambie o mejore, no sabes cuál será el aleteo de mariposa que lo cambiará todo y hay que procurar estar receptivo ante el cambio porque, para empezar, es inevitable. Sé que cuesta. A mí me cuesta. Pero hace cinco años no sabía qué iba a ser de mí hoy, y hoy sigo sin saber dónde estaré dentro un año, pero de alguna manera, me recorforta pensar que no estaré exactamente donde estoy ahora. Puede que aprenda algo nuevo, que trabaje en otra cosa o en otro país, que tenga otros intereses y nuevas amistades. Quiero pensar que seguiré moviéndome con una cierta ilusión y curiosidad infantil hacia lo que desconozco y que querré que la vida me siga sorprendiendo. El futuro es incierto y el mundo no está en su mejor momento, pero saber que no lo sé todo y saber que aún me quedan canciones que escuchar por primera vez durante el trayecto, me hace sentir esperanza por el mañana.
Gracias por llegar hasta el final de esta publicación, que ha sido con diferencia la más personal y diría que también la más larga hasta la fecha. Me ha costado trabajo escribirla, le he dado muchas vueltas y la he reescrito varias veces, pero creo que estoy contenta con el resultado. Espero que os haya gustado.
Hoy os voy a dejar no con una canción, sino con una playlist con diez de las canciones que me sirvieron de introducción al k-pop, por si sentís curiosidad.
¿Os gusta el k-pop? ¿Cuál es vuestro artista favorito? ¿Qué música (o película o serie o afición) supuso un antes y un después en vuestra vida?
O así me veía yo. Siempre hay algún señoro que te recuerda que sigues siendo una mujer en un terrero dominado por ellos mediante un acto o comentario denigrante.
Pronto descubrí que hay fans de todas las edades, al igual que grupos con miembros que superaban los treinta años. El edadismo impera en las redes, pero la gente no desaparece a los treinta, que lo sepa todo el mundo.
No podemos agradecérselo lo suficiente.
Proyecto en solitario de Suga de BTS.